QUÉ VIEJO SOY, pero no soy el único

(Como bien dice Carmen, somos de la misma quinta, año arriba año abajo)

Hoy, miércoles 26 de agosto del año en curso y que curso, mientras me afeitaba canturreando una vieja canción de la que no recuerdo el nombre y menos de su intérprete, por entre mis muchas canas he detectado algunas nuevas: “¡Joder!, qué viejo soy; qué viejo eres, Juanito”. Razón no me ha faltado, pues puestos a caer, por culpa de las dichosas canas, he caído que soy de siglo pasado. Más aún: no sólo soy del siglo pasado, sino que ¡soy también del milenio pasado!, que no es moco de pavo.

Del siglo pasado... aún conservo algunas vivencias en el recuerdo y el recuerdo de algunos personajes con los que “coetaneé”: que si Elvis, que si Einstein, que si Marilyn, que si Pajares y Esteso... Pero, de lo que no recuerdo nada es del milenio pasado... Lo que hace la edad...

Como todo el mundo puede comprender, la sorpresa del descubrimiento ha dado paso a una especie de flaccidez (prefiero utilizar esta vieja forma, más propia de mis tiempos, que la actualizada por la Real Academia, que se come una “C”) muscular, mental y anímica. Casi al borde de la depresión, como cabe esperar: nada, cosa de segundos, pues como siempre tendemos a la autocomplacencia, una vez transcurridos los cuales, me he dicho: “Hombre, no te quejes, que tampoco te conservas tan mal para venir de tan lejos”. Y he apurado mi rasurado a ritmo de “no, no, no” de la buena de Amy.