Se dice que la patria de las personas es nuestra niñez. Yo así lo creo. Me parece que la perspectiva desde donde lanzamos las primeras miradas al mundo es determinante; que nos condiciona mucho tanto el entorno familiar como el trozo del mundo que habitamos en los albores de nuestra vida, así como las formas culturales instaladas en ese entorno (hablo de formas culturales y no de cultura porque considero que ésta no puede más que considerarse un bien universal, destinado, en consecuencia, a todo ser humano que quiera y pueda acceder a ella independientemente del lugar en que nazca).
Pues bien, Mónica Oltra, cuya patria de su infancia está en Alemania, ahora está afincada en la Comunidad Valenciana y, como ocurre tantas veces con los que no tienen por patria de crianza –desconozco si es la de sus padres-, vino y una vez dispuesta a dedicarse a la política, lo ha hecho desde esa corriente tan en boga por arribistas: el nacionalismo; ahora habla –la chica tiene facilidad de palabra- como un loro en esa lengua que se empeñan en llamar valencianos, cuando, cualquier valenciano que tenga la referencia familiar de esa lengua, sabe bien que no es otra cosa que el catalán con los giros valencianos suficientes, como para metérnosla dobl’á. ¿O no habíamos quedado en que las lenguas las hacían los pueblos? Entonces, ¿por qué tanta manía en interceder en el camino que de manera natural la ha llevado sus hablantes, sin necesidad de injerencias de pueblos vecinos? Pero, ¿qué sabrá esta política del gesto y la publicidad o qué le importará? Seguro que sus preocupaciones en materia de lengua, no son otras que procurarse algo para su beneficio. Por otra parte, se nos presenta como de izquierdas: que me diga alguien si piensa que las cabezas que se hicieron rodar en nuestro país vecino durante 1789, rodaron para terminar apropiándose del término gentes que anteponen los imposibles derechos de los territorios o las lenguas al de los ciudadanos.
La hemos visto, tal que Mortadelo, con sus innumerables camisetas-gracietas, en cada momento tenso en la ciudad, siempre intentando hacer su “campaña gesticular”, siempre buscando una notoriedad facilona, con un discurso también facilón y recurrente. Pero lo de ahora, lo del Instituto Luis Vives, de ser cierto, no tiene parangón: eso de que contrate una página web (primaveravalenciana.com), unos días antes de los altercados… o tiene una bola de cristal o ha utilizado a los chiquillos del instituto de manera vergonzosa.
Si eso es la izquierda, que me borren.