WHEN I WAS YOUNGER, SO MUCH YOUNGUER THAN TODAY

Con qué fuerza, afición y determinación se es joven cuando los negros pájaros no revolotean en círculo nuestras cabezas, o no nos damos cuenta; cuando no te das cuenta de los condicionantes permanentes que interfieren en tu vida: cuando, echando la vista atrás, no te das cuenta de que ya no te das cuenta de que las partículas de polvo sigue bailoteando incansablemente en los rayos del sol o de que la peluquería que había en los bajos de tu casa seguirá estando en los bajos de todas las casas que habites el resto de tu vida.

No importa por qué edad te muevas, los Beatles, esos que vuelven cíclicamente como Papá Noel o el turrón de Jijona, debían de ser muy jóvenes cuando nos dejaron para la eternidad navideña una canción en la que decían: “When I was younger, so much younger than today...”; y todo porque seguramente han quedado en sus ojos y sus oídos sus particulares partículas de polvo o el canturreo de su barbero al afeitar las barbas de sus vecinos, en Penny Lane, que es donde creo que estaba ubicada esa peluquería inicialmente. Y, sobre todo, porque debieron entender lo que tenía de prepotencia y estulticia el creer que todo lo que nos acompaña de por vida es puro lastre, del que hay que deshacerse: ¿A quién se le ocurriría deshacerse del mañana?

Los pajarracos negros que revoloteaban ayer –si existiese el ayer- sobre nuestras cabezas, son los mismos pajarillos de todos los colores, que revolotearían mañana sobre nosotros, si existiese el mañana, claro.