Hay personas que aparecen y desaparecen de nuestras vidas de manera aleatoria: eso ha venido ocurriendo con un antiguo amigo mío, que tiene por gracia la del niño de los chistes, en todas sus variables; pero que, por mucho que use cualquiera de esas variedades, en realidad, su nombre verdadero, el que consta en el rango 897, es el de Escarlett O’Hara: el que se le aplica a todo aquel que ha pronunciado juramento a la contraluz de un cielo flamígero: en su caso, por el pecado de tener que usar las bragas de una hermana en el lugar más inapropiado. Cosas de la miseria.
Me lo presentó una verja de la secretaría del Instituto, que hacía las veces de ventanilla de la secretaría, cuando íbamos a recoger el título para poder matricularnos en el centro en que nos veríamos unos cuantos años, siempre con el mismo grupo de libros debajo el brazo. Me tocaba ya, porque estaba en uno de los primeros sitios de la cola; él, en el más puro estilo Douglas Fairbanks (Sr.) apareció por encima de las cabezas de que sufridamente aguardaban su turno. Sin saber bien por qué, lo colé. Supongo que debió de ser por esa especie de magnetismo que exhalan los del juramento flamígero.
Nos hicimos buenos compañeros, con una amistad que se extendió durante años: a él se le daba bien el ligar y a mí ya me iba bien eso a esas edades. Así que: uña y carne; compartíamos, además de nuestra natural querencia por las niñas, otras muchas cosas: nos juntábamos a tocar la guitarra, a dibujar, a intentar colocarnos en una compañía de teatro amateur... el arte, para acortar. Hasta llegamos a crear una revista para venderla entre nuestros compañeros, a la que llamamos La Perdiz-ión, lo de “Perdiz” porque era de humor y así homenajeábamos a La Codorniz y los de “ión”, porque era algo de lo que nos estaban hablando a diario nuestros profesores, dada la naturaleza de nuestros estudios.
El tiempo pasa y las vidas siguen sus propios trazados; la mía fue a parar a Cataluña.
Hace unos años y a cuatrocientos quilómetros de donde habíamos llevado a cabo nuestras andanzas en común, por casualidad, en una tienda, al coincidir mis manos con otras en una etiqueta y al alzar la mirada instintivamente para mirar al otro interesado en la misma prenda, aunque muy cano, lo reconocí: “¿Eres Jaime, verdad?”... ¿Y tú...? Abrazos y vuelta a la relación amistosa: vivíamos a un par de kilómetros, eso sí, el en la mansión que le correspondía como jurador flamígero y por haber tomado un barco del que yo me apeé, ya que los dos habíamos salido bien parados de una prueba que hicimos para una importantísima empresa internacional que necesitaba gente de nuestro perfil y nos buscó.
Se ve que sacó pingües beneficios durante algunos años, sin consumir esa dedicación todo su tiempo, pues se pudo permitir dedicarse a la producción cinematográfica y a hacer algunas exposiciones pictóricas.
Terminamos nuestra relación, seguramente por mi intransigencia; por no haber sabido entender que todos los compromisos a que obliga una amistad, pueden obviarse en situaciones extremas, y ésta lo era, pues el mundillo de la informática estaba dando un cambio por aquel entonces.
Supe pocas cosas más de él, pero, a pesar de nuestro distanciamiento, sí me enteré que tuvo que cerrar su negocio y ponerse a trabajar en una importante compañía.
Luego le perdí el rastro, hasta que hace un rato, lo he vuelto a encontrar en este extraño mundo de Internet. Ahora es pintor, y parece que no le va nada mal ya que expone regularmente tanto en Europa como al otro lado del charco. Hace una pintura aparente; de los medios que emplea, no hablaré, porque cuando uno alza el puño para jurar ante el cielo en llamas, todo vale. Me he alegrado mucho por él, por esta especie de ave Fénix devenida en pintor.
En fin, que no seré yo quien aconseje a las madres que les compren a sus hijos bañadores de marcas pijas para llevarlos a cursillos de natación...
26 comentarios:
AU Madre lo que le va a tener que perdonar ese amigo pintor que aparece y desaparece ...
Espero que no entre por el ciberespacio y se encuentre con el tenderete!!!!
Y los juramentos con el cielo flamígero son más juramentos?
Si es que siempre tiene algo en lo que me pilla...
Ummmmm.....Los juramentos siempre son consecuencia de espíritus apasionados muy propios de artistas , por eso no me extraña la suerte vital de su amigo .... despotricar contra el cielo es solo una excusa ...
saludos
Sabes que el tiempo lo cura todo y se nota que te dió alegría ver a tu amigo.
Con que tu juramento se fué al garete y eso con un par de cervezas se olvida de todo. Aunque a vosotros os haría falta hechar unas cuantas, para así poneros al día de todo lo acontencido en tanto tiempo de enfados...
Qué duda cabe, Carmen: los juramentos hechos sobre un cielo reventado de fuego, son juramentos por antonomasia. ¿Acaso lo dudabas?
Un saludo mañanero.
Si hablamos de arte: doña Peggy. Y quien lo dude que se pase por su blog.
No, no, PEGASA, el juramento no lo hice yo, sino él. Ahí está, creo, la clave de esa personalidad incombustible.
Pero, claro que me alegré de que haya sabido salir a flote, porque me imaginaba que puediera haberle ido peor.
Hola guapo!
Yo no creo en el destino ni en paparruchadas de esas, pero cuando suceden estos reencuentros milagrosamente casuales, me da por pensar que tienen un significado más allá.
Perdiz-ión, jajaja...
Y así entre nosotros, ahora que no nos oye nadie, te diré que yo también he usado calzoncillos de mi exnovio por no tener ningunas bragas limpias...
Besos de vuelta.
JAJAJAJAJAJAJA... Pues te auguro muchos éxitos en cualquier actividad que emprendas... lógicamente, primero tienes que pronunciár el juramento ante un cielo en llamas.
Yo tampoco creo en el destino, ni siquiera para que le dé un significado a esos encuentros. Pero es curioso que una persona con la que habías tenido una buena relación de compadreo y que en muchas ocasiones, al pasar en Valencia por delante del negocio de sus padres, me he quedado con ganas de entrar a preguntar, aunque nunca encontré el momento oportuno o por tiempo o porque iba acompañado, de momento va y me lo encuentro a un montón de kilómetros.
Bárbara, tú que tienes un niño pequeño y que supongo que en algún momento lo llevarás a un cursillo de natación, ¿te has planteado si hacerlo con unas viejas bragas o con un pijotísimo bañador?...
Besos de ida y vuelta. ;-)
Lo que dan de si unas bragas, casi tanto como una amistad.
Un abrazo
Con unas pijotísimas bragas, por supuesto...
(Quina por, dos valencianetes a la vegà!)
No creas ALMA, que muchas veces acaban con muchas amistades. ;-)
No es mala idea, BÁRBARA, tú siempre tan ocurrente a la hora de encontrar soluciones a todo. No se te escapa una.
Yo también me he re-encontrado con viejos amiguetes del cole gracias a internet, anda que no afloran "batallitas"....
Pues, podrías contarnos alguna interesante, CRIS.
;-)
Cuánta tela para cortar han dado
unas braguitas!
BBBesos
Bueno, unas braguitas no, BB, que las bragas de una hermana mayor, no dejan de ser unas bragazas, para el eventual usuario.
Besos.
No lo había pensado...Entonces,
era, casi, una minifalda?
Mi esposo, a quien castigaban, por
ser excesivamente travieso, escondiéndole sus zapatos, se ponía
los de sus hermanas, y por ello
tenía que liarse a puños, para
convencer a los amiguetes, de que
era una nueva moda...
Besos
BB
Es lo que tiene Internet, localizas hasta a los enemigos, yo ya tengo localizao a uno, fue poner su nombre en google y oye, apareció el primero.
Los reencuentros con antiguos amigos son fantásticos, sobre todo si se han compartido trances tan importantes como los amorosos.
Besucón.
Vaya con tu esposo y las peleas con sus amigos, BB. La verdad es que convencer a sus amigos de que ir con zapatos femeninos era lo moderno,debió de resultarle una faena ímproba -ahí están los resultados de golpes-, máxime sin que Miguel Bosé los hubiese llebado antes.
Tortu, me alegro de que -supongo- hayas revivido algún antigui romance, gracias a los buscadores de Internet... aunque no es mi caso. ;-)
Bueno, me alegro de eso y de verte por aquí; que últimamente pareces la chica del 17.
Besuconazo.
Por suerte, para él, era el más ´
rápido con los puños del barrio,
con decirte, que le traían a los
más bravucones de otras barriadas,
para medir fuerzas. Te aseguro que los connvenció con sus
zapatos de rara procedencia...
Besos
BB
Bueno, bueno... si es así me callo.
¿Todo bien?
El síndrome "Escarlett O’Hara" me dá que es algo bastante extendido. Si no a causa de unas bragas, por la de unos calzoncillos, porque la miseria es algo verderamente insufrible.
Tu amigo intermitente caerá y se volverá a levantar tantas veces como sea menester, fijo.
hasta luego, que me voy a ver a Arsenio.
Súper, dúper, requetebién
BBBesos
Efectivamente, SUSY, hasta tal punto me has convencido, que, a partir de ahora, no voy a usar otra ropa interior.
¡¡¡HERMAAAANAAAAAA!!!!!
Pues, besos para ti también, BB
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