UN CIUDADANO BAJO LA FAROLA
(Una historia cíclica)
(Una historia cíclica)
No sabemos con certeza a qué se puede atribuir: quizá al maquillaje de las ondas... o quizá a la contención de exabruptos innecesarios... o puede que a algo tan sencillo como al cambio climático; el caso es que las pisadas, otrora contundentes, cada vez se habían ido atenuando más y más, a tal punto que, en su periclitar, metamorfoseaban su sonora y característica “p”, que les confería rotundidad, en una insignificante “ch” –o, hasta quizá, la “sh” inglesa-, que las reducía, en el mejor de los casos, a un casi inaudible chasquido.
No es pues de extrañar el sobresalto que el ciudadano que esperaba bajo la farola se llevó al sentir la gélida mano de Charlie apoyándose sobre su hombro.
- Hey, ¿y “El Niño”?
- ¿”El Niño”? –respondió el ciudadano implantado bajo de la farola emisora de luz artificial- pues... un síndrome climático, erráticamente cíclico, que consiste en un cambio en los patrones de movimientos de las masas de aire provocando, en consecuencia, un retardo en la cinética de las corrientes marinas "normales".
- No, no –dijo Charlie, quedamente, mientras con su mano derecha compelía la parte izquierda del ala de su sombrero, forzando las oscuridades sobre el ojo de ese mismo lado, al tiempo que remarcaba el otro por contraste-, a “El Niño” que me refiero es al otro.
- Ah, a bueno, “El Niño”... pues... un síndrome climático, erráticamente cíclico, que consiste en un cambio en los patrones de movimientos de las masas de aire provocando, en consecuencia, un retardo en la cinética de las corrientes marinas "normales".
- Claro, claro –masculló Charlie que había entendido perfectamente las palabras que le había dirigido su interlocutor, el ciudadano que permanecía de pie al pie de la escasa fuente de luz y calor.
Charlie volvió sobre sus pasos, sin llevarse –por no haberlos traído- el acompasado chasquido de sus húmedas pisadas. Se confundió con la opacidad más acogedora; era lo suyo.
Anduvo un buen trecho: el sabía donde podría sumar lobregueces... y con quién. Ciertamente, en una torre construida de virtuales brumas, se encontró con su vasallo: ése que atendía, y hasta posaba, al eco del nombre de Chetano.
Chetano era un tipo bien extraño que ni sudaba ni transpiraba, sólo exhalaba una especie de humor vítreo, difícil de determinar: pero se las sabía todas; no todo, que de la lista de los reyes godos, ni mú.
Charlie había tenido que abandonar su infancia para más adelante intentar recuperarla; Chetano, en cambio, había tenido que desprenderse de su alma, allá en el tiempo y en espacio. Esas circunstancias personales podían ser la causa de su desatinado consorcio, como se verá.
Pero, volvamos al presente. A un chasquido de los dedos de Charlie, el susodicho feudatario –feudatario, él- se puso a tres patas, ya que la mano derecha la necesitaba para usarla de mano izquierda, y lamió los bajos de las perneras de los pantalones de su príncipe, hasta que su reseca lengua se emparejó en la condición exhausta con la referida parte de su vestimenta: Todo tiene un precio en esta vida.
En el ínterin, el ciudadano permanecía esperanzado debajo de su farola; a Chetano ya ¡jamás! se le volvería a permitir adoptar una postura bípeda, ni siquiera eréctil. Todo tiene su precio en esta vida. Además, ¿para qué?... al fin y a la postre, así se disimulaba mejor todo lo que de su persona convenía, o no, rebuznar. Ser un hombre doblado cuando se tiene doblez, puede ser conveniente. Y, por si fuera poco, desde ahí podía escrutar lo arcano, que tanto le gustaba.
No es pues de extrañar el sobresalto que el ciudadano que esperaba bajo la farola se llevó al sentir la gélida mano de Charlie apoyándose sobre su hombro.
- Hey, ¿y “El Niño”?
- ¿”El Niño”? –respondió el ciudadano implantado bajo de la farola emisora de luz artificial- pues... un síndrome climático, erráticamente cíclico, que consiste en un cambio en los patrones de movimientos de las masas de aire provocando, en consecuencia, un retardo en la cinética de las corrientes marinas "normales".
- No, no –dijo Charlie, quedamente, mientras con su mano derecha compelía la parte izquierda del ala de su sombrero, forzando las oscuridades sobre el ojo de ese mismo lado, al tiempo que remarcaba el otro por contraste-, a “El Niño” que me refiero es al otro.
- Ah, a bueno, “El Niño”... pues... un síndrome climático, erráticamente cíclico, que consiste en un cambio en los patrones de movimientos de las masas de aire provocando, en consecuencia, un retardo en la cinética de las corrientes marinas "normales".
- Claro, claro –masculló Charlie que había entendido perfectamente las palabras que le había dirigido su interlocutor, el ciudadano que permanecía de pie al pie de la escasa fuente de luz y calor.
Charlie volvió sobre sus pasos, sin llevarse –por no haberlos traído- el acompasado chasquido de sus húmedas pisadas. Se confundió con la opacidad más acogedora; era lo suyo.
Anduvo un buen trecho: el sabía donde podría sumar lobregueces... y con quién. Ciertamente, en una torre construida de virtuales brumas, se encontró con su vasallo: ése que atendía, y hasta posaba, al eco del nombre de Chetano.
Chetano era un tipo bien extraño que ni sudaba ni transpiraba, sólo exhalaba una especie de humor vítreo, difícil de determinar: pero se las sabía todas; no todo, que de la lista de los reyes godos, ni mú.
Charlie había tenido que abandonar su infancia para más adelante intentar recuperarla; Chetano, en cambio, había tenido que desprenderse de su alma, allá en el tiempo y en espacio. Esas circunstancias personales podían ser la causa de su desatinado consorcio, como se verá.
Pero, volvamos al presente. A un chasquido de los dedos de Charlie, el susodicho feudatario –feudatario, él- se puso a tres patas, ya que la mano derecha la necesitaba para usarla de mano izquierda, y lamió los bajos de las perneras de los pantalones de su príncipe, hasta que su reseca lengua se emparejó en la condición exhausta con la referida parte de su vestimenta: Todo tiene un precio en esta vida.
En el ínterin, el ciudadano permanecía esperanzado debajo de su farola; a Chetano ya ¡jamás! se le volvería a permitir adoptar una postura bípeda, ni siquiera eréctil. Todo tiene su precio en esta vida. Además, ¿para qué?... al fin y a la postre, así se disimulaba mejor todo lo que de su persona convenía, o no, rebuznar. Ser un hombre doblado cuando se tiene doblez, puede ser conveniente. Y, por si fuera poco, desde ahí podía escrutar lo arcano, que tanto le gustaba.
12 comentarios:
Cuantos Chetanos...
Ni te digo, Delfín , pero éste es el Chetano por antonomasia. Palabrita.
¡Juan!
Cada vez me doy más cuenta, que debes acompañar tus escritos de pistas e instrucciones para que las mentes débiles como la mía, no nos perdamos.
Me temo que Charlie u Chetano (el perro) son tan intrincados y crípticos como sus diálogos. El Niño "huracán" el niño, niño, todos bajo la farola.
Resulta un esfuerzo intelectual, gordo, que lo sepas, pero me encanta hacerlo...
Yo he sido más "guena"...te lo he puesto facilito en el barco ¿eh?
Un besazo
Estos Chetanos se merecen ser premiados, en el acto protocolario correspondiente a su boato y prosapia, con recibir una caricia en esa boca que alberga la lengua reseca que haga posible utilizar los dientes para hacer con ellos un rosario como el de la canción.
Mira, María, para que no me eches la bronca, he hecho estos comentarios de la "ANARCO-ONDA CAHONDA", dedicados a ti.
Es que me cuesta mucho eso de dar explicaciones; ocurre como con los chistes, que si los explicas se les va la gracia(a excepción de en Cataluña, donde se dice "explicar chistes" a lo que en otros sitios de le dice "contar". ¿No te parece?
Discrepo en que tu mente sea débil, en todo caso, yo soy muy lioso.
Polidori, confío en ti para que les encuentres un premio adecuado.
No se yo si vivir doblado puede ser conveniente para alguien, no se yo.
Saludos, me encanta la ilustración.
No sé yo tampoco, Alma, habrá que someterlo a votación, que para algo somos demócratas.
Saludos, también para ti.
¿Serán felices los Chetanos del mundo en su condición chetaniense? Que a todo se acostumbra uno, hasta a lo peor. El Niño, el Niño, jajajajaj.
¡Me gusta mucho el gato del dibujo!
Miaufsssssss :)
Claro, Tortu, con lo mucho gatuna que tú eres... (fssssssssss).
Mayormente, sí :)
Muaks.
;-)
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