UN GENIO QUE, CON ALIAS, SON DOS

Poco más o menos, así se veía el autor.

Hacía miles de años que no coincidíamos. Es lo que suele ocurrir cuando las vidas toman caminos divergentes. No tenía ni idea de que iba a estar allí, pero, de momento, lo anunciaron por la megafonía general, estaba allí y se iba a dejar ver en el punto que avisaban los altavoces. Faltaba media hora; por lo que me dirigí allí, por si las moscas. Pero, es lo que tienen las alfombras rojas, que lo ralentizan todo hasta la llegada de picores en los pliegues más insospechados de tu anatomía.

Por fin, entre aplausos, hizo acto de presencia; los siglos transcurridos, habían mermado su silueta a la mitad… o menos. Sonriente, como siempre o como cuando interesa; los genios no lo son por su sonrisa, pero la necesitan para volar.

La cosa iba de tecnología, de tecnología punta, por eso, mientras nos hablaba, en su más que aceptable español –por asuntos familiares vivió parte de su juventud en Méjico-, una cámara iba recogiendo cómo dibujaba, volcándolo en una pantalla que había a sus espaldas.

Desde que el aire del Salón del Cómic se llenase con el anuncio de su presencia, me extrañó que el acto no se hiciese en alguna de las muchas editoriales que vienen publicando su trabajo desde hace décadas, y que lo hiciese en el stand de una modesta escuela del gremio. Ahora comenzaba a entenderlo: por lo visto, desde hace algunos años comercializa su trabajo en una especie de editorial familiar, que formó con su mujer y algunos pocos profesionales de su entorno. Pero, a pesar de ser una de las primeras firmas mundiales, el éxito en ventas con esa fórmula ha sido más bien exiguo; por lo que ahora, desde ese mismo engranaje, pretende dar un paso más, cambiando formato en que va a ofrecernos sus productos: el formato digital, como cabía esperar.

No obstante, todo lo atractivo, por novedoso, que pueda suponer ese formato del e-book -creo que es como se llama el invento-, a un gato viejo con espíritu joven –el día anterior cumplió 72 años-, no se le escapa que el arte siempre ha necesitado de quien lo comercialice; llámese clero, burguesía, políticos o, como él pretende, un experto en marketing; especialista que parece haber incluido en su proyecto, además de los artistas.

Lo que nos dejó ver de su proyecto, para ser sincero, no aportaba mucho de novedoso, ya que es algo que en algunos países vienen haciendo hace tiempo: una especie de híbrido entre novela y cómic. Lo que sí me pareció una novedad es el hecho de incluir ese experto en marketing como miembro integrante del equipo. Si así lo hace quien ha demostrado su genialidad tanto con su nombre de pila, Jean Giraud, como con su no menos conocido seudónimo, Moebius, habrá que estar al tanto por si ese es el camino para dar salida a determinados productos artísticos.

El mundo que no para de dar vueltas...