miércoles, 21 de enero de 2009

DON JOSÉ

ONOMÁSTICA: 19 DE MARZO

Eran altas horas de la madrugada, y don José Márquez Lambán no había conseguido conciliarse con Morfeo. Sus ojos, perdidos en algún punto del techo, permanecían inmóviles; solo se movían cuando, de vez en cuando, alguna mosca atraída por sus humores se posaba en uno de sus nervios ópticos que, como es natural en esta posición, colgaban fláccidamente a lo alto de la habitación.

A pesar de estar las hojas de la ventana de par en par, de encontrarse destapado y sin la parte superior del pijama, a causa del sofocante calor húmedo, múltiples regueros de sudor, como ríos en formación, surcaban su cuerpo.

No se puede decir que estuviese nervioso, ni tampoco que no; sencillamente estaba allí: era un momento más de su vida y así lo aceptaba. Le solía pasar con bastante frecuencia sin que lo pudiera relacionar con nada.

Los peor pensados creerán que aquello sería producto de lo que había ocurrido unos momentos antes. Pero no es verdad. Le sobrevenía indistintamente sucediese o no aquello. Pues, “aquello” se repetía periódicamente y con una normalidad estricta, dentro de los límites estadísticos que se publican habitualmente en los distintos medios de comunicación social. Pues, de ser ciertas tales sospechas, D. José, por haber sobrepasado los lindes de cualquier estudio comparativo, figuraría desde hace ya bastante tiempo en alguno de esos libros de los Ginness; cosa que no ocurría, ni por este motivo, ni por ningún otro.

Si fuese así, en el momento que nos ocupa, no lo hubiésemos encontrado enganchado en los recuerdos de ciertos momentos memorables de su vida: cuando con su peonza consiguió seccionar en dos a la de su compañero Pablo Pérez, en el patio del colegio, a la hora del recreo; o como el día que consiguió ganar todas las bolas a sus contrincantes en el juego de las canicas; o todas aquellas mañanas que antes de comenzar la clase, dejaba que sus compañeros se copiasen sus deberes de latín, matemáticas, física, etc. (¿Qué se habría hecho de ellos?). Si hubiese sido así, quizás lo habríamos encontrado pensando en “aquello", o quizás en nada.

Pero no. “Aquello” no necesitaba recordarlo. No valía la pena. Acontecía invariablemente de la misma manera y era, en su factura, una especie de rito-representación del día en que se conocieron él y su mujer, Sacramento López López (que esa era su gracia):

Doña Sacramento iniciaba el juego con un arqueo de cejas; dibujando así un extraño rictus con el que pretendía emular, hasta en los mínimos detalles, la expresión de su admirado actor Humphrey Bogart, al tiempo que largaba la conocida frase:

- Tócala de nuevo para mí, Sam.

Entonces, el “Sam" de turno - o sea, nuestro Don José- remitiéndose al momento en que coincidieron por primera vez en un bar de estudiantes, cogía la guitarra, que para este fin su esposa tenía el cuidado de dejar siempre al lado de la mesilla de noche de éste, y mirándole fijamente a los ojos, rasgaba sus cuerdas al tiempo que comenzaba a interpretar la única canción que había sido capaz de aprender en toda su vida:

Para bailar La Bamba.
Para bailar La Bamba
se necesita
una poca de gracia.
Una poca de gracia
y otra cosita.

Al llegar a este punto, la dura mueca que ella había adoptado al principio, se transformaba en otra de corte felino, con la que seguramente querría remedar a la compañera del idolatrado actor anteriormente mencionado, y no menos venerada, Lauren Bacall. Y entre susurros le reclamaba:

- No, no. El Twist and Shout, que se toca igual, pillín.

Efectivamente se podía acompañar con los mismos acordes pero, por alguna extraña razón, a don José nunca le cuadraban como en La Bamba. Además, como de inglés... ni el playero, tenía que entonarla en un inglés fonético, o por lo menos como a él le sonaba. Lo que después de tantos años, aún le producía cierto rubor. Pero el juego era así y...

E sekiron beibena
sekiron beibe
Twisanchao
Twisanchao
camon, camon, camon beibena
camon a wequiron au

Entonces, doña Sacramento, transmutada en Sacri, pasaba sus dedos por la cabeza de su compañero, jugando con su rala cabellera e intentaba organizar un flequillo estilo Beatles con los cuatro pelos que todavía conservaba en la zona frontal. Pero, más bien, lo que conseguía era que el pretendido flequillo pareciese un mocho de limpieza abandonado a su suerte en la intemperie del balcón de un apartamento, en período vacacional.

Cómo te sigues pareciendo a George!- le decía acto seguido con voz admirada y de nostálgica confusión amorosa, al tiempo.

En esto no le faltaba razón, pues D. José siempre había tenido un aspecto enfermizo y una mirada entre ovina y vampírica.

A tal grado de excitación llegaba la doña en estos momentos, que, sin reprimirse un instante más, lanzaba toda su exultante femineidad contra la escasa humanidad de su marido. (Esto explica el ventajoso precio que obtenían en la tienda de instrumentos musicales de la esquina, cada vez que se veían obligados a reponer el cómplice utensilio diapasonado).

-¿Qué inquietantes pensamientos turban tu merecido descanso? -inquirió con rauca voz la cónyuge que se despertó en este momento, consiguiendo entreabrir con gran esfuerzo un ojo y hacerlo aparecer a través de la entramada maraña que formaban sus arrugas cutáneas (prematuras en su magnitud, por cierto).
No esperó respuesta.

8 comentarios:

A. Sánchez dijo...

Entrañable relato, pero me da en la nariz que las comparaciones nada bueno traen. Veremos en qué acaba la cosa.

Bárbara dijo...

Qué bueno! Deberías explotar más esta vena relatera. Doy fe, los acordes de la bamba sirven para el twisanchao y para un tercio de la música anglosajona.
Besos, cuentista.

TortugaBoba dijo...

Pero bueno Juanito. Esta vena escritora me entusiasma. De todas maneras no he pillado quién es el José en cuestión, lo siento, toi lenta, pa variar :p Aun así, el relato m´ancantao (las clases de andalú...)
Muaks.

MUY SEÑORES MÍOS dijo...

Sí, claro, Ángel, hasta donde estas cosas son entrañables... pero ni un pelín más.

MUY SEÑORES MÍOS dijo...

Exageras, Bárbara, pero viniendo de pluma tan afilada y afinada como la tuya es como para hacer copia impresa y ponerla arriba del televisor.

Gracias.

MUY SEÑORES MÍOS dijo...

A mí, entre otras cosas, me encantan tus clases de andalú... bueno y tu clase, en general, que a pesar del consumo excesivo de chocolate, no empalaga.

¿Que quién es D. José?... ¡¡¿Que no sabes quién es D. José? A ver, ¿si te digo Pepito, lo identificas?

(Tortu, para una vez que me gusta mi dibujo, vas y no me dices nada).

TortugaBoba dijo...

Jajajaj
Menos mal que no has dicho Pepiño, jajajaj

MUY SEÑORES MÍOS dijo...

¡Vade retro, Satanás.....Pepiño nooooooo, que se nos queda las playas!