Don José atravesó la calle y entró por la puerta principal del bar de Purita, que se encontraba situado en la acera de enfrente de su oficina. Saludó al cajero al pasar a su altura, recibiendo como única respuesta el ronco gruñido a que le tenía acostumbrado. Posando una nalga en un taburete hizo una seña con el dedo índice, que la dueña del local interpretó sin más, sirviéndole un café a forma de sándwich con un plato debajo y otro arriba para preservar el calor, mientras ella se tomaba un cortado con leche condensada y dos terrones de azúcar.
Al contrario de lo que ocurría con su jefe, era la hostelera quien le hacía a don José -Pepitín, según le gustaba llamarle cuando nadie podía escucharles- cucamonas, insinuaciones o intentaba rozar sus manos mientras le servía. Siempre intentando esquivar la mirada de soslayo de su cónyuge, al que tales devaneos no parecían pasarle desapercibidos del todo desde hacía años. Era la única mujer que, hasta el momento, le había mostrado algún interés a lo largo de su vida; lo de su Sacramento era otra cosa.
Pero, siempre hay una primera vez para todo. En estos momentos, sintió que una mano, émula de una pluma de cisne mecida por la suave brisa en su aletargada caída, se posaba sobre su hombro, al tiempo que una voz acariciadora le pedía fuego. Giró la cabeza. A escasos milímetros se encontró con el extremo de un cigarrillo, que estuvo a punto de dañarle un ojo. No fue así, pero sí consiguió irritar sus órganos de visión el destello fulgurante que provenía del otro extremo del pitillo. El resplandor se originaba en una dentadura blanca, inmaculada, enmarcada dentro de unos sensuales labios carnosos, acentuados es su color y brillo por la más actual de las tendencias cosméticas de París, y que, entreabiertos, dibujaban una leve sonrisa capaz de borrar cualquier pensamiento sensato. A continuación, se fijó en la nariz, una nariz afilada y algo ganchuda que, no obstante, se enmarcaba perfectamente dentro de una cara ligeramente angulosa. Ascendiendo la mirada por la armónicamente infringida chatedad, fue a dar con unas enormes gafas de sol, escondite de unos ojos que él imaginó hermosos y algo rasgados, a juzgar por la fuerza con que tiraban de ellos un par de cejas amplias y bien perfiladas, emergentes por la parte superior de la montura. Enmarcando el rostro se expandía, efervescente, una suave y espesa cabellera rojiza, que rompía sus rizos contra la luz con refulgencias áureas. Después, el repaso cambió de dirección descendiendo por un largo cuello para ir a parar a unos hombros anchos y bien modelados capaces de reflejar lujuriosamente cualquier insinuación lumínica; lo que le hizo suponer que el tacto de aquella piel sería tan sedoso como sugería su visión. De estos, justo en la depresión en que se unían a las dos bien perfiladas clavículas, pendían sendos tirantes -apenas dos hilos- que desembocaban en un escote, no excesivo, pero sí lo suficientemente generoso para atraer la atención y hacer volar la imaginación hacia la exuberante parte de la anatomía de la joven, que se ocultaba en amable pugna con el género de punto negro de su vestido. Más abajo, la lucha cesaba por un momento a la altura de la cintura, para reanudarse enseguida por la tensión que sufría la tela en las moldeadas caderas, sin duda, como consecuencia de cada movimiento generado por las prominencias traseras del cuerpo de la muchacha, que en este momento quedaban fuera de la visual de don José. A partir de aquí, un largo corte a cada lado del vestido, liberaba, a intervalos aleatorios, unas piernas perfectamente torneadas que terminaban en unos pies -algo pequeños en relación con la talla de la chica- calzados con zapatos de aguja rojos, a conjunto con el bolso que llevaba.
Lo sabía. Se lo había escuchado decir a sus compañeros de trabajo, a sus amigos; lo había visto en tantas películas en el cine y en la tele; e incluso, en una ocasión, él mismo fue testigo cuando merendaba en una chocolatería acompañado de su esposa y de su suegra: la treta de pedir fuego era indudablemente algo que las mujeres empleaban para provocar el acercamiento de un caballero al que deseaban seducir. Pero, ¿por qué a él?3333. ¿Sería verdad que las jovencitas se suelen sentir atraídas por los hombres maduros?... ¿Habría entrado él en aquella etapa?...
La onomatopeya del ruido de la puerta, que en esos momentos se abrió brutalmente, quedó impresa en la atmósfera del establecimiento. Y, a continuación, se sobreimprimió una ronca palabra que provenía del mismo lugar: ¡¡Zorraaa!!!
El efecto, como era de suponer, puso por primera vez en evidencia las plomizas pupilas del dueño del local, la falsa seguridad de su cónyuge y unos reflejos insospechados en los esternocleidomastoideos de don José que giraron con gran celeridad la cabeza de éste primero hacia la voz y luego en dirección del bolsillo derecho de su chaqueta, donde, en estos momentos, la muchacha estaba introduciendo un CDR de ordenador rápida y disimuladamente. Sin tiempo para reaccionar, la joven lo asió por una manga de la chaqueta arrastrándole, literalmente, por los aires en dirección a la otra salida de la sala.
Inadecuadas para soportar tal presión, las baldosas del suelo del bar, se iban destrozando bajo la acción demoledora de dos pares de zapatones negros que atravesaban el local en la diagonal casi perfecta que unía las dos únicas puertas de acceso a éste, en persecución de la pareja.
En la precipitación de la huida, tomaron la dirección de la izquierda, sin darse cuenta que el callejón al que habían ido a parar terminaba a los pocos metros en una pared de la alzada aproximada de una persona. Cuando repararon en ello, se quedaron como petrificados, momento que sus perseguidores aprovecharon para introducirse al unísono una mano bajo de las respectivas chaquetas de sus negros trajes, a la altura de las axilas, extrayendo uno, un cigarrillo, el otro una pistola. El primero aplicó fuego al cilindro nicotínico, mientras el otro hizo fuego sobre la muchacha, que cayó desplomada al suelo.
Don José, aterrado, se dirigió hacia la tapia en medio de una sinfonía de cubos de basura y maullidos de gatos negros. La saltó. No se habría apercibido de ello si no hubiese sido por las adiposidades de su cintura, que temblaron como un flan al caer a la otra parte de aquel muro, que, sin duda, alguien levantó, en su día, con el único propósito de obstaculizar el paso de algún perseguido, como suele ocurrir en las películas. Pues, el callejón daba a una calle principal, y ninguna otra finalidad se le podía suponer.
Sin darles tiempo a reaccionar a las manecillas de su reloj, se encontró apoyado, encorvado y jadeante, en la barandilla de un viejo puente. Por el aire retumbaban las fuertes pisadas de sus perseguidores, aproximándose. No lo pensó dos veces; de un salto a lo Fosbury fue a hacerles compañía a los detritus, que a modo de enseres de su oreado hogar, había ido almacenando un indigente, a quien tapó la boca para evitar que expresase la sorpresa causada por tan inesperada visita. Ahora las pisadas de sus perseguidores, por el efecto de ampliación sonora producida por la forma abovedada del ojo del puente, tronaban sobre su cabeza. Se detuvieron de repente. Las voces de los rastreadores se entrecruzaban conjeturas de ubicación. Dos enormes ratas, compañeras de vivienda del mendigo, huyeron a toda prisa chapoteando la hilera de agua que en estos momentos conformaba todo el caudal del río. Ambos hampones vaciaron sendos cargadores de sus armas y las ráfagas expulsadas acompañaron a los roedores en su fuga. Los respectivos “clic” de los respectivos percutores de las respectivas pistolas, amén de anunciar el fin de la munición, a don José le anunciaron el principio de una trepidante carrera hacia un cañaveral sito a la otra parte del puente. Lo había visto, lo recordaba de una de las aventuras del Príncipe Valiente de Harold Foster de editorial Dólar, en un recoveco del minúsculo rió, en una suficiente poza, cubierto por las cenagosas y putrefactas dejó asomar el extremo oxigenador de una caña, remedando al héroe de su juventud; no sin antes haber tenido la precaución de poner a buen recaudo el CDR que le entregó la joven pelirroja, sobre una piedra seca y bajo una hoja seca. Rebosante de adrenalina escuchó los pasos de sus rastreadores llegar, detenerse, dar vueltas y, finalmente, alejarse.
38 comentarios:
No, en absoluto. Las jovencitas no se suelen sentir atraídas por hombres maduros, que tienen pellejos y todo les cuelga, sino por los duros de los hombres maduros, que todo lo levantan. En eso, por cierto, las estamos alcanzando.
¿Se nota que no creo en el amor transgeneracional?
Saludos
Ja, ja, ja, Pero el pobre D. José le puede pasar como a cualquier hijo de vecina, que si las cosas le ruedan bien, o se lo cree, se traga el amor transgneracional, el trasatántio, el ransvetsal y el transgénico,si hace falta.
Chico , que me lo he leido casi sin respirar .
Uy cuantos firmarian por tener una vez en la vida una aventura así, aunque sea soñando ...
espero la continuación .
Un beso
Pues nada, Casilda, pongo el cartel de: Continuará.
te gusta tanto carlos gimenez que no pueds parar de copiarlo?
Me gusta Carlos Giménez,es un gran profesional, no cabe ninguna duda, pero, ¿me puedes indicar una viñeta que le haya copiado? De cualquier manera, si te lo recuerda, me parece bien, ya te he dicho que es un gran profesional.
Al contrario que Angel, yo sí creo en el amor transgeneracional, bueno, en realidad no he de ponerle apellidos, sencillamente, creo en el amor, tanto de hombre maduro a mujer joven como de mujer madura con hombre joven.
Don José, de todos modos. es un pendoncillo que estando casado no debería ser infiel aunque fuera solamente con el pensamiento, ¡¡ea!!.
Ay, Shikilla, los tiempos avanzan que es una barbaridad, ¿quién nos dice que tal como hoy está aceptado el amor transgeneracional (hombre/mujer – mujer/hombre), mañana no será normal el amor transmatrimonial, si le quitamos esos apellidos que tanto parece que te sobran en este caso?, ea. ;-)
Si, hay variaciones sobre el tema.
Me hace recordar del transgereracional el ejemplo de Alaska, ahora Fangoria, con el jovencito músico Mario. Al principio nadie daba un duro por ellos y llevan 10 años casados.
Por sus quehaceres laborales se ven poco, uno normalmente está en Londres el otro por España y viceversa. A este matrimonio tan transgeneracional los descubrir, en una entrevista en libertad digital y me cautivo.
Son muy modernos, al estar tan ocupados, se han montando un blog, solo para ellos (pero no para el resto del personal), así no tienen la excusa 'no puedo coger el teléfono, ahora estoy trabajando y ya te contaré', cuando tienen tiempo y/o aprovechando las horas que están en el AVE, ese ese cruce de caminos laborales, se conectan al PC se dicen sus cosas y quedan para cuando pueden, que también son muchos tiempos, aunque sea a ratos para saber de que color es el adecuado para la cortina para una de las habitaciones.
Os pongo sus confidencias de este transgeneracional atipico, ya que se ve con mejores ojos cuando el hombre es el mayor y ella la jovencita, pero en este caso no.
Avenidos y duraderos se ven y mucho. Rompiendo tópicos transgeneracionales.
http://blogs.libertaddigital.com/alaska-y-mario/
Saludos
A.(de siempre)
En fin, no es por meter maraña ni por no creer en el amor, que creo, pero cuando existen notables diferencias de edad, no tengo más remedio que discrepar de la opinión shikilla y me ratifico en lo mismo.
Lo normal en esos casos (shikilla pone la situación menos drástica, jóven/maduro, pero hay otras mucho más sangrantes,jovencitos/abuelos) es que uno de los dos tenga intereses (el jóven)particulares para la relación y el otro sea sincero (el mayor), a veces, los dos se mueven por intereses, uno por dinero (el jóven) y el otro por el placer de disfrutar de un cuerpo jóven.
Lo siento, pero la opción de los dos sinceros, no la contemplo...
Saludos
Muy Señor Mio Juan, por otra parte, ya dudo yo sobre la hipótesis tuya del ¿matrimonio? transmatrimonial sea también NORMAL, al menos en la claridad de la luz, por una parte la ley no lo permite oficialmente, y por otra, la pareja primera la 'oficial' tampoco, al menos en nuestra cultura occidental. En este caso se disuelve a favor de uno u otro 'matrimonio'.
Pero haberlos haylos sobre todo cuando se descubren, eso tiene el nombre: amantes. Eso ya es otro tema.
A.(de siempre)
O sea, A. (de siempre), que estos, además, son transblogueros. No está nada mal.
Bueno, bueno, Ángel, en esos casos extremos, no creo que sea ni por disfrutar de un cuerpo joven, muchas veces, sólo es para lucirlo. Como decía una viejísima copla, que cantaba entre otros nada menos que Miguel de Molina (para que veas si es vieja, viejísima), para tener aguien que "le diga: "Paco -entiéndase Paca, si conviene-, llevame a los toros".
A. (de siempre), hablaba yo de mañana, de futuro; no creo que sea descartable que, de la misma manera que hoy aceptamos lo trangeneracional y lo homo, con total -o casi- naturalidad, mañana aceptemos otras formas. Ya nos lo dirán nuestros tataranietos.......
Muy Señor Mio Juan, que quieres que te diga, amantes lo encuentro más romántico que la oficialidad de matrimonio y transmatrimonio, que solo lo podrá hacer los más pudientes en el futuro.
A. (de siempre)
Será todo lo romántico que quieras,A (de siempere), pero, para las esas fechas,esa palabra -romántico- tendrán que buscarla en el diccionario.
Lucir también es disfrutar...
Mira el pavoescolao este... (Eso es de tu terra, ¿eh, Ángel?)
jeje Muy Señor Mio Juan, tal como está el país, el futuro económico, la corrupción, el despotismo, el mangoneo de una minoría (mayormente) sobre una mayoría, perdona que te discrepe, pero el futuro lo veo más de amantes fijos u ocasionales, que de matrimonios transmatrimoniales.
Ya ves, cosas de la economía. ¿Qué persona se podrá costear tanto hogar matrimonial trasmatrimoniales?, hablando desde el punto de vista occidental, es decir no musulmán (uno como muchas donas, bajo el mismo techo).
Fijo, el futuro no se vislumbra trasmatrimonial, sino todo lo contrario.
¿Que tal una historia-comic de amantes? es el futuro. jeje
A. (de siempre)
Pues, muy señor/a mío/a A. (eso sí, de siempre): quizá lleguemos a esa posible transmatrimonialidad o transatrionalismo por la vía de la fusión de formas culturales, que váyase usted a saber. La forma que apuntas de todos en la misma casa, el mismo lecho y compartiendo cepillo de dientes, podría suponer un primer paso: Economía, pura, ¿no hablabas de eso?
El futuro que no se vislumbra transmatrimonial será el de los Zpatero-Rayoyes de turno, pero el de los pocarropa que no van a poder poner pisitos ni en Salamanca ni en Pedralbes... a ver si alguna vez ha tenido enmienda, la tal.
Muy Señor Mío Juan, que risa, yo ya daba por terminado el tema y tú sigues aflorando nuevos términos, ya dignos de rizar el rizo 'transatrionalismo'.
En fin, sé que tú tendrás la última palabra, lo reconozco, eres cortes, educado, también amablemente contestando a tus invitados, cosa que se agradece, tal como corre los tiempos. Pero ya no estoy para seguir el tema, se ha desbordado tanto que me pierdo.
Saludos cordiales.
A.
Pues sí, pues sí, pavoescolao se dice mucho en mi terruño, pero, ¿acaso me lo dices a mí?
Pues nada, A, (de siempre), nos quedamos a la par. ;-)
Claro, Ángel, eso de lucir por lucir es cosa de pavoescolaos. ;-)
Me encanta tu blog. Recuerdos a todos.
Gracias, Venezolana Cat.
Saludos
Llego tarde en el tiempo y en la hora, que hoy me ha dado por trasnochar o acostarme temprano, se puede ver de las dos maneras (las 7h de la mañana son).
El texto me ha parecido maravilloso. Ese Pepe que atrae a una pelirroja buenorra, que salta una tapia y se esconde debajo de un puente. Los sueños, sueños son. Muy bien narrado querido Juanito, podría hacerte más la pelota pero pa qué. (¿Cómo consigue ella esa cintura?)
En cuanto a lo que luego habéis comentado, entiendo la posición de Ángel, de escéptico con lo del amor (¿cómo era?) transgeneracional. Sinceramente yo no me veo con un señor de 70 años. Sin embargo me veo con un señor que pudiese ser mi padre, sí, no por su belleza exterior (que también), sino porque a mí me puede el intelecto, y así habrá mucha gente, espero. Nunca me han gustado los guaperas, nada más traen problemas. Evidentemente habrá intereses o más amor por alguna de las partes en muchos casos (véase Cela y su última esposa, que no me lo creo, que no, que el tío era un cretino además), pero siempre nos queda soñar (de nuevo).
En cuanto al romanticismo, yo lo veo un poco demodé. No sé si es que me estoy haciendo mayor, todo puede ser.
Y finalmente, lo que tú propones Juanito, de que en un futuro puede que veamos los romances extramatrimoniales como algo normal, ¡ya es un hecho!
Sé de un caso por lo pronto, conocido y público. Ella es la que fuese Oscar a mejor actriz secundaria hace un par de años, y este año nominada al Oscar a mejor actriz principal (espera que busco el nombre en google, que tiene miga), Tilda Swinton. Está unida a John Byrne, un escritor y pintor mucho mayor que ella, con quien tuvo un par de niños gemelos, y a la vez vive con un chico más joven. A ver si me he explicado: que viven juntos los 3. ¡¡Miradlo que sale hasta en wikipedia!!! (ya está todo inventado...)
Besooo
http://es.wikipedia.org/wiki/Tilda_Swinton
(Se hace evidente, otra vez, que los ciberduendes existen; así que tendré que volver a contestarte, aún a riesgo que aparezca mi contestación que se han tragado, los muy comilones).
Empezaba y empiezo por contestarte a lo más interesante de tu escrito, no porque el resto del texto no tenga interés; sino porque esto lo tiene en sus esencias: Me refiero, como es natural, a es cintura de avispa de la pelirroja que tú dices envidiar y que, a tenor de tus foto-contraluz, no parece que debieras anhelar, pero que, en todo caso, una supresión chocotalaria, contribuiría en grado sumo.
Lo de lo transgeneracional se lo paso a Ángel, que es quien lo sacó. Por mi parte lo de transmatrimonial –creo que le llamaba así, ya que lo extramatrimonial o cornamenta, ya existe desde el principio de los tiempos-, creo que sí se parece a ese caso que mencionas y con el que nos pones a la “page” de Wikipedia, que es que somos unos antiguallas, que no miramos ahí, que es donde todo se halla.
Y en cuanto a Cela, te decía, así, entre paréntesis, para no alzar la voz que: (conviene no olvidar que Cela, además de un cretino era un desaprensivo que se le ofreció como chivato a Franco).
En fin, Tortu, no me queda más que reconocerte y agradecerte esta respuesta de más de cuatro palabras, tan diferente a las que nos tienes acostumbrados. (Ya ves que aprovecho cualquier momento para soltar la bronca: ¡Soy un cascarrabias!
Besos.
;-)
Sólo diré una cosa: me niego a dejar el chocolate.
Muá.
Allá tú; eso luego se paga.
Ffffffffssssssssssssssssssssss!
¿Eso qué es, Tortu, que estabas ya como un globo, te has pinchao y pierdes aire?
Podría parecer eso querido Juanito, pero bien sabes tú que no lo es.
:P
Entonces, Tortu, no hay otra alternativa: es gatinismo puro.
O felinismo. Todo puede ser.
(gran sonrisa)
Ah, ¿que te gusta Fellini?, a mí también.
Jajajjaja
¡Serás bobo!
;)
Pues anda que tú... además de tortuga, claro.
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