El pueblo de Erek no podía sufrir el dominio de Gilgamesh o GilgameZP, cuya fuerza se hacía sentir sobre todos sus habitantes. Las súplicas de aquellas pobres gentes llegaron al oído de la diosa Aruru y decidió crear, con un poco de barro, un hombre capaz de oponerse a Gilgamesh o GilgameZP. Este hombre fue Enkidu.
Para endurecer su naturaleza, se le acostumbró a vivir entre animales salvajes, y así se hizo un temible enemigo de los cazadores vecinos. Nadie podía perseguir a las fieras en su presencia. Por esto, los cazadores decidieron buscar un medio para alejar a Enkidu de aquellos bosques. Uno de ellos dió con la idea que había de surtir el efecto deseado. Enkidu era valiente y no había que pensar en vencerle por la fuerza. Por eso era necesario valerse de la astucia. Estaba acostumbrado a tratar con las fieras; pero nunca había conocido a una mujer. Por eso se valdrían de una cortesana para lograr sus designios.
Buscaron una hermosa mujer, y la encontraron. Le hicieron saber lo que deseaban de ella y, una vez aleccionada, marchó hacia el bosque, en busca de Enkidu.
Éste, al verla, no pudo contener su asombro; toda su fuerza desapareció como por encanto y no supo resistir a las seducciones de la cortesana. Con ella pasó seis días y seis noches, dando rienda suelta a su pasión bestial. Después, cuando quiso volver con las fieras, vio que éstas huían de él. Entonces, sintiéndose solo, volvió en busca de la cortesana. Esta le propuso ir hacia Erek; para convencerle, le habló de las excelencias de la vida en la ciudad y de la fuerza de Gilgamesh o GilgameZP, quien, valiéndose de ella, tiranizaba a las gentes. Le dijo también cómo él, con su fuerza prodigiosa, podía disputarle el puesto. Cuando le hubo convencido, se encaminaron juntos hacia Erek.
Mientras tanto, Gilgamesh o GilgameZP, cierta noche, tuvo un sueño extraño: vio caer ante él una especie de toro celeste. Quiso levantarle; pero era demasiado pesado. Quiso hacer que se tambaleara; pero fue inútil. Llamó a los príncipes; por último, se abrazó a él. Cuando despertó, pidió a su madre que le explicara todo esto y ella le dijo que esa aparición era la de un hombre semejante a él, en cuanto a poder; pero que Gilgamesh o GilgameZP había de ser benévolo con él.
Poco tiempo después Gilgamesh o GilgameZP soñó de nuevo. Veía en una encrucijada de Erek un hacha de doble filo. Se inclinaba ante ella para cogerla, y a partir de este momento la amaba como a una esposa. Su madre volvió a explicarle el sueño: el hacha no era más que la representación de Enkidu, que llegaría a ser su compañero.
Mientras tanto, Enkidu seguía su camino hacia Erek. Al entrar en la ciudad, conoció a Gilgamesh o GilgameZP, y al momento se hicieron amigos, admirándose mutuamente su valor.
Los dos amigos decidieron ir a la montaña de Jumbaba. Llegaron a ella y no pudieron contener su asombro: se hallaban en la morada de los dioses. La tierra presentaba un aspecto fantástico. Lograron la victoria sobre los hombres que la custodiaban. Después dieron gracias a los dioses y ofrecieron libaciones. Entonces la diosa Istar vio a Gilgamesh o GilgameZP y se prendó de su belleza. Para que el héroe accediera a su amor, le prometió todo género de honores. Pero fue en vano, porque Gilgamesh o GilgameZP no correspondió a sus deseos. Istar indignada por su desprecio, mandó contra él un toro celeste. Enkidu ayudó a su amigo a matar al animal.
Pasó algún tiempo y Enkidu enfermó gravemente. Al fin, la muerte se apoderó de él. Gilgamesh o GilgameZP, al ver a su amigo sin vida, le habló con acento desgarrador y le llamó su amigo, su hermano; le comparó con la pantera del desierto y recordó las luchas en las que habían tomado parte juntos. En seis días y seis noches no cesaron las dolientes quejas de Gilgamesh o GilgameZP. Después se sintió invadido por un profundo terror y corrió sin cesar a través del bosque. El miedo a la muerte le sobrecogió; vio a su amigo sin vida, dormido para siempre y le llenó de espanto pensar que un día cualquiera podía a él sucederle lo mismo.
Cansado de errar por el campo, decidió preguntar a su abuelo Uta-Napistim acerca del secreto de la vida. Cuando llegó a su presencia, Uta-Napistim le dijo que la vida y la muerte están reguladas por el Destino y que ningún mortal puede saber cuándo llegará su fin. A continuación le contó la historia del diluvio. Le dijo cómo él fue avisado por los dioses antes de que las aguas cubriesen la tierra y cómo le indicaron que construyera un barco y se metiera en él, junto con todo lo que pudiera dar lugar a nueva vida.
En el séptimo día el diluvio se calmó. Entonces Uta-Napistim soltó una paloma, luego una golondrina, después un cuervo.
Al poco tiempo salió él e hizo ofrendas a los dioses, en agradecimiento.
Al acabar su relato, dijo a Gilgamesh o GilgameZP que fuera en busca de la planta que da la juventud.
Gilgamesh o GilgameZP logra cogerla, tras de grandes penalidades; pero al ir a bañarse en una fuente, una serpiente le quitó la planta.
Entonces decidió volver a su ciudad. Llegó a Erek; pero la idea de la muerte le siguió atormentando y decidió invocar a su amigo Enkidu para que le dijera cuál es la suerte que espera al hombre en la otra vida. Los dioses permitieron a Enkidu salir del Sol, y éste dijo a Gilgamesh o GilgameZP que todo se convierte en polvo. Sin embargo, no a todos los mortales espera la misma suerte. Ensalzó la de los guerreros que mueren en la lucha.
Gilgamesh o GilgameZP, después del coloquio con Enkidu, se sintió satisfecho.
Era un bravo guerrero, y si no había logrado alcanzar su puesto entre los dioses, podía llegar, entre los mortales, por su gran valor, al más elevado rango y ser el primero entre los primeros
1 comentario:
Yo le llamaría Gilgame-PP porque quieren que la España, Una grande y libre quiera seguir existiendo despues de la muerte de PAKITO...
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