jueves, 10 de abril de 2008

DESDE MI ÓPTICA ( III)

Con los ojos rufos por la ira y la impotencia de no haber podido hacerme con ninguno de los otros, cargue contra él, a pesar de que obviamente era más fuerte que yo. Arremetí y el choque fue imponente pues aún era más sólido de lo podía presumirse. Pero lo extraño era que no parecía querer ni pelear ni defenderse: sólo aguantaba el envite. Y lo más sorprendente fue que, a pesar de su pasividad, al momento, justo en mi parte trasera, en mi espalda, allí donde no había contacto físico entre los dos, noté un intensísimo dolor. Un dolor que me debilitaba súbitamente. Esto me ocurrió en un par de ocasiones más en que intenté el ataque, por lo que decidí no incidir de nuevo. A él no debió de irle mucho mejor pues tampoco intentó nada por su parte y desapareció como había venido y cuando quise darme cuenta ya no quedaba ni rastro de su presencia.

Luego, aquellos seres debiluchos que herían el aire con sus destellos, volvieron a las andadas. Pero tuve la sensación de que más que un encuentro real, lo que pretendían era una especie de burla, pues se dedicaron durante un rato a repetir su juego anterior de alternancias.

A continuación, mi sorpresa fue mayor, puesto que aquello que yo interpretaba como parte de sus cuerpos -me refiero a aquellas partes ondulantes de color fuerte- en realidad deberían de ser armas; armas que, por supuesto, eran inofensivas contra mí. Pero, pronto apareció uno de aquellos seres con lo que sin duda debía de ser otro tipo de arma. En realidad llevaba dos, que, seguramente, debía de considerarlas más eficaces, pues dirigiéndolas contra mí, vino resueltamente a mi encuentro. Yo, cegado por la ira, también arremetí contra él. No me di cuenta de lo que pasó exactamente, pero, a pesar de que no se produjo en ningún momento contacto entre ambos (ya que antes de que nos rozásemos éste salió huyendo), noté, justo cuando teníamos que haber chocado, una especie de quemazón dolorosa, muy cercana al lugar donde antes me produjera dolor el monstruo bicéfalo.

Seguramente se dieron cuenta de que aquellas armas sí causaban malos efectos en mí, pues, acto seguido me agredieron con otras iguales aunque de diferente color, dos de aquellos raquíticos seres. Eso sí, con una técnica en su manejo ligeramente diferente en cada uno de los casos. Y con resultados también algo diferentes, pues al segundo le debió de fallar una de las armas, ya que solo noté la herida de una de ellas.

(Continuará)

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