Me encontraba totalmente dolorido y temiendo que, al haber encontrado ya el tipo de armamento con el que vulnerarme, insistirían hasta acabar conmigo. Pero no fue así, para mi sorpresa, pues el que inició este juego estúpido, se dirigía de nuevo hacia mí. Esta vez venía con otras dos armas diferentes: una muy parecida a aquella con la que me atacaran al principio, sólo que algo más rígida en la parte superior y de un color apenas diferente. De la otra, poco puedo decir pues, apenas pude verla; sólo recuerdo que era como un apéndice de su extremidad y que emitía, de vez e cuando, unos molestos destellos que dañaban mis ojos.
El resto de aquellos seres, para mi extrañeza, se quedaron a cierta distancia, como protegiéndose con aquellas extrañas armas; por lo que deduje que podría tratarse de armas defensivas y no ofensivas. Aunque, francamente, hasta para eso me parecían poco apropiadas, pues no parecían tener una gran consistencia, ya que hasta un suave viento hacía que se moviesen.
Aquel que parecía el jefe, se acercaba poco a poco hacia mí. Manejaba el arma que se parecía a la que utilizara antes, prácticamente de la misma manera y con similar desenvoltura. Lo hacía con una sola mano, ya que la otra sostenía aquella especie de apéndice que soltaba, de vez en cuando, metálicos destellos.
Ciego de rabia intenté una y otra vez apoderarme de aquello que constantemente aquel ser ponía delante de mi cara; pues, si tanta confianza merecía a mi oponente, quizá podría usarla yo también contra él mismo.
Di vueltas y más vueltas sin conseguirlo, hasta que el cansancio que me producía tanta actividad y el dolor de las heridas recibidas, fueron haciendo mella en mí y me quedé‚ parado y sin aliento. Momento que aprovecho mi contrincante para hacer uso de su otro armatoste ofensivo. Como ya he dicho, apenas se veía, así que de lo único que me pude percatar es de uno de aquellos resplandores que lanzaba, atravesó el aire dirigiéndose hacia mí. El individuo me sobrepasó. En un primer momento no sentí nada, creí que se trataba de otro de esos juegos de engaño a los que ya me estaba acostumbrando. Pero, de repente tuve la sensación de que un rayo me había partido en dos.
Las fuerzas me abandonaban por momentos. Mis extremidades se aflojaban. La saliva se me espesó y tomó un sabor entre acre dulce y salado a la vez. La flaccidez de mis músculos hicieron que se abriese mi boca, babeando. Pero, no era saliva: ¡era sangre!
La tensión que experimenté‚ desde que salí a aquel recinto no dejó que me diera cuenta antes de que detrás de aquel recinto de color de florecilla silvestre, se amontonaban miles de seres similares a aquellos, aunque no emitiesen ningún destello, que vociferaban con sus agudos tonos bisílabos.
Sin nada de energía ya, me derrumbé. En tierra, inerte, respiraba con gran dificultad; el aire que exhalaba, quemaba mis fosas nasales. Una niebla roja enturbió mi mirada. Pero, aquello que me pareció un rayo, ya no quemaba: más bien me daba una sensación de cierto calorcillo confortable. La niebla se convertía en momentos en blanca. El griterío de aquellos entes, unido ahora con un chirriante cascabeleo iba perdiendo intensidad. Noté una extraña fricción en ni costado izquierdo que desapreció al tiempo que la blancura de la neblina se transformaba en una luminosidad total; no cegadora ni siquiera molesta: más bien placentera. No recuerdo más.
El resto de aquellos seres, para mi extrañeza, se quedaron a cierta distancia, como protegiéndose con aquellas extrañas armas; por lo que deduje que podría tratarse de armas defensivas y no ofensivas. Aunque, francamente, hasta para eso me parecían poco apropiadas, pues no parecían tener una gran consistencia, ya que hasta un suave viento hacía que se moviesen.
Aquel que parecía el jefe, se acercaba poco a poco hacia mí. Manejaba el arma que se parecía a la que utilizara antes, prácticamente de la misma manera y con similar desenvoltura. Lo hacía con una sola mano, ya que la otra sostenía aquella especie de apéndice que soltaba, de vez en cuando, metálicos destellos.
Ciego de rabia intenté una y otra vez apoderarme de aquello que constantemente aquel ser ponía delante de mi cara; pues, si tanta confianza merecía a mi oponente, quizá podría usarla yo también contra él mismo.
Di vueltas y más vueltas sin conseguirlo, hasta que el cansancio que me producía tanta actividad y el dolor de las heridas recibidas, fueron haciendo mella en mí y me quedé‚ parado y sin aliento. Momento que aprovecho mi contrincante para hacer uso de su otro armatoste ofensivo. Como ya he dicho, apenas se veía, así que de lo único que me pude percatar es de uno de aquellos resplandores que lanzaba, atravesó el aire dirigiéndose hacia mí. El individuo me sobrepasó. En un primer momento no sentí nada, creí que se trataba de otro de esos juegos de engaño a los que ya me estaba acostumbrando. Pero, de repente tuve la sensación de que un rayo me había partido en dos.
Las fuerzas me abandonaban por momentos. Mis extremidades se aflojaban. La saliva se me espesó y tomó un sabor entre acre dulce y salado a la vez. La flaccidez de mis músculos hicieron que se abriese mi boca, babeando. Pero, no era saliva: ¡era sangre!
La tensión que experimenté‚ desde que salí a aquel recinto no dejó que me diera cuenta antes de que detrás de aquel recinto de color de florecilla silvestre, se amontonaban miles de seres similares a aquellos, aunque no emitiesen ningún destello, que vociferaban con sus agudos tonos bisílabos.
Sin nada de energía ya, me derrumbé. En tierra, inerte, respiraba con gran dificultad; el aire que exhalaba, quemaba mis fosas nasales. Una niebla roja enturbió mi mirada. Pero, aquello que me pareció un rayo, ya no quemaba: más bien me daba una sensación de cierto calorcillo confortable. La niebla se convertía en momentos en blanca. El griterío de aquellos entes, unido ahora con un chirriante cascabeleo iba perdiendo intensidad. Noté una extraña fricción en ni costado izquierdo que desapreció al tiempo que la blancura de la neblina se transformaba en una luminosidad total; no cegadora ni siquiera molesta: más bien placentera. No recuerdo más.
FIN
2 comentarios:
Ante tamaña proliferación de entradas, cuando vengo a tu blog he de ponerme al día, caramba, cuánta creatividad!.
Estoy muy de acuerdo en las cosas que dices en tus anteriores entradas, como siempre ingeniosas, esa anarco-onda cachonda es una ídem.
Tu relato me ha sumergido en un mundo extraño, esa abducción y encuentro con los seres que describes y la sensación del protagonista de encontrarse perdido ante lo desconocido, la has sabido transmitir muy bien.
Unos seres juguetones, por lo que podido captar, que me parece que se divertían jugando al ratón y al gato con el abducido hasta que acabaron con él ¿o tal vez le ofrecieron un nuevo y mejor comienzo?.
En cualquier caso, me ha gustado leerte. Por cierto, te acabo de enlazar, hoy que tengo más tiempo, y a ver si también me pongo al día en mi blog.
Un abrazo y feliz fin de semana.
Pues no creas que es un mundo tan extraño. Es un mundo muy cercano y nuestro; muy de nuestra España. Pero, a pesar de todo, lo has sabido ver muy bien, en esencia.
Gracias por enlazarme: ya me siento preso ;-)
A ver, a ver... que tus fans echamos en falta un poco más de tu finura hecha entradas.
Lo mismo te deseo en la semans y en lo sucesivo.
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