viernes, 29 de febrero de 2008

Z, A UNA NARIZ PEGADO

EL LABERINTO DE LOS ESPEJOS

José Luis Rodríguez Zapatero, 25 letras, 4 de ellas mayúsculas y 2 tildes que, todo junto, pueden reducirse a un solo símbolo, a una sola letra: la Z. En realidad, a un solo carácter; a pesar de que su tan cacareado carácter, su talante, sea mucho más que uno solo: como le ocurre a cualquier hijo de vecina. Tampoco es un hombre pegado a una nariz superlativa, a pesar de que se le suela representar en las caricaturas como un elefante boca arriba; ni siquiera a esa representativa , y representada, nariz le podemos achacar la culpa de su sayón aspecto general; no más que a su otro rasgo facial característico: sus circunflejas cejas. Ni, por ventura, podemos atribuir a su apéndice nasal el anacronismo de su compostura; ni que interfiera en su pensamiento por alambique o alquitara. Sería ocioso pensar que por ser nasón, le dé la cosa para componer una autobiografía poética, ni aun alejándose de toda tristeza y con el mejor de los talantes. Peje con ojos de angelote y pinta de abadejo, en puro amago constante, eso sí parece ser, aquel del muchísimo y presunto naricísimo infinito. Pero puestos a destacar ése, su fútil naricismo, convendría recurrir a la metáfora, que, en ella, no hay napia que se pueda mejor parangonar a apófisis de estomatópodo y su función demoledora, que, para narices –u orchis- de la misma guisa, no valieran ni todas reunidas las de las doce Tribus, bajo la sombra de pirámide egipcia. Pero no, no es tan fiero el león como lo pintan, ni tampoco el de León, ni su pertinaz y gótica nariz puede permutar con el hijo de Seth, ni con el azulón, para endosarle quebrantamiento alguno.

Todo y nada puede ser, es blanco y negro, arriba y abajo: cualquier cosa que le atribuyamos puede rellenar sus vacuidades. Hago la prueba con el dibujo que he puesto arriba: unos cuantos rayajos coloreados pueden hacernos creer que representan un juguete sin utilidad, una cuchara rusa vista por detrás, un paipay colorista, una piruleta de última generación o una de las infinitas formas que puede tomar una caricatura de Z.

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