TODO TIENE SU FIN
Todo el mundo nace pobre, aunque nazca en una casa rica. Todo el mundo nace inculto, aunque nazca en casa culta. El rico y el culto no nace, se hace. Pero en el tiempo del “tanto tienes, tanto vales”, es muy fácil y frecuente confundir estos y otros conceptos.
A muchos les llega la “fortuna” (así con esas o con muchas más comillas): y la cosa puede ser peor, porque la confusión también puede tener esa misma deriva.
En cuanto a la cultura, en su versión personal, también llama a confusiones, ya que suele pensarse que es una pátina, cuando en realidad es un poso tras el contacto con esta misma, pero en la otra interpretación: la que debería ir siempre enjaezada con letras mayúsculas, para evitar confusiones nacionalistas y postnacionalistas. (He querido hacer esta última precisión, aunque parezca que no venga al caso).
“Poderoso caballero es don dinero”... pero, no le va a la zaga la cultura; ambos difíciles de atrapar y fáciles de perder, deslizándose por entre nuestros dedos, como si de materia líquida estuviesen conformados. Aunque, en realidad, ambos son de materia bien distinta: el uno, tangible, lo podemos atrapar; la otra, por más esfuerzos que hagamos, o nos atrapa ella, o no hay nada que hacer, no pasaremos de meros receptáculos, con posibilidad de emisión.
Hoy es un gran día: quien, tras haber conseguido la “fortuna” , ésta le ha gastado una jugarreta, pues le ha propiciado una ceguera, que ha confundido con su propia cojera, en la línea que nos advirtieron Alberti, Endrigo y Serrat –creo que por ese orden- y ofreciéndonos a los demás la libertad –allá cada cual- a suprimido la virtualidad, al escapársele la cultura por entre los dedos.
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